El libro Para antes del olvido de Tomás González fue publicado en 1987, y tuvo una edición en el 2017 de Grupo Planeta, sello Seix Barral parte de la colección Biblioteca Breve. La cubierta, a cargo de Josep Bagà Associats, cuenta con el diseño de un vapor navegando una fuente de agua en un entorno tropical, recogiendo la estética de la obra en su travesía.
Se trata de una obra muy reconocida y premiada del autor antioqueño, por ejemplo mediante el premio Plaza & Janés en 1987, y retomada en los medios de El Espectador y El Comercio, así como en varios textos académicos.
El texto se inspira, y hace su apertura, gracias a los diarios de Alfonso González Ochoa, a los que la familia le permitió el acceso, para construir con esta realidad la ficción narrativa de la novela, que nos lleva a una aventura transatlántica inolvidable para el lector.
La historia que recorre dos tramos temporales entre la Colombia de los setenta, con el abogado León buscando indagar más sobre aquel otro tramo, que se basa en principios del siglo XX, caracterizado por el horror de la Gran Guerra, que toca a Alfonso, violento conflicto no hace que olvide a Josefina ni impide que vuelva a su mente de vez en cuando.
Ante la lectura se puede notar que la estética que irá viajando entre dalias, rosales, batatillas y árboles de guamo, ceibas, pomares, zapote, entras las montañas infranqueables, los ríos meciendo los vapores y los campos llenos de casitas dignas de pesebre, en las que viven sueños, pasiones, versos y recuerdos, casi como embrujadas y dignas de supersticiones o pesadillas paranormales.
La descripción embellecida de la diversa riqueza natural de Antioquia y Caldas, los elogios bohemios a Bogotá, y la exaltación de la Europa anterior y en momentos del desastre de la guerra, entre otras regiones intermedias en las que la travesía juvenil e intelectual de Alfonso, lo hacen poetizar las situaciones en las que tiene sede estos parajes nacionales y trasnacionales.
Así, se puede leer que obra de Tomás González se bifurca en tres distintas conciencias espacio-temporales pero que están yuxtapuestas, ya que cada una aporta a la construcción de las memorias, tanto los diarios del marginado poeta, como la experiencia del abogado investigador, y la misma mujer amante, que nunca olvida su amor cuando es interrogada, a pesar del tiempo y la salud en declive.
Por esto, la obra está abierta a la exploración de distintos personajes del entorno de los protagonistas, sean familiares, amoríos o amistades nacionales y extranjeras, esto aporta una mayor variedad de un autocorreconocimiento, permitiendo entender la travesía geográfica o interna que emprenden León, Alfonso y Josefina, a través de ambientes oníricos, nostálgicos y físicos.
Entre las descripciones geográficas y naturales, la ciudad de Girardot es narrada en uno de los capítulos, rememorando la tragedia del incendio, en el siglo pasado. Un gran desastre que llega a ser explorado por el viajero, además de la descripción total del ambiente de la ciudad:
(...) vio pasar las primeras chozas de Girardot. Niños buchones, de pie bajo las ceibas agobiadas por el ruido de las cigarras, miraron pasar el barco con ojos grandes y solemnes. En el momento de despedirse, el capitán recomendó a Alfonso que fuera a visitar las ruinas que había dejado el gran incendio que azotó la ciudad dos meses atrás. «Populosa, cosmopolita y puramente mercantil».
Son pocas páginas, dentro del mismo capítulo, en las que se dedica una descripción extensa de una visita a la imaginada, pujante y comercial Girardot del siglo pasado, pero que mantiene esa cruda realidad de aquel trágico incendio en 1913, lo que la narración permite sentir todavía, al retomar el abrasador horror con sus víctimas humanas y daños materiales.
Por otro lado, es de elogiar la imaginación de Tomás González, Para antes del olvido nos trae simbolizaciones dignas de la ciencia ficción en su edad dorada pulp, ya que nos cuenta que León, además de recopilador de recuerdos, tenía pensado en una época escribir una obra apocalíptica, transcurrida por el siglo XXI. en la que, mediante la tecnología, se reparaban motores de futuros cohetes que despegarían, desde el Valle de Aburrá, huyendo de la destrucción nuclear. Idea que nunca fue publicada y se quedó en el morbo apocalíptico de la imaginación del abogado.
Comentarios
Publicar un comentario